EL ACUERDO
A la salida de la misa dominical, escuchamos algo parecido a esto:
-¿Vieron? Al final no hubo acuerdo. No lo hubo ni lo va a haber.
Fue inevitable la pregunta:
-¿Está seguro Usted?
-Claro que lo estoy. Todo el mundo lo sabe. No hubo acuerdo ni se buscó ningún acuerdo…
-Bueno, lamento decirle que sí hubo un acuerdo.
-Le digo que no. Nada de acuerdo.
-Hubo
un acuerdo que se está por cumplir [acaba de cumplirse en estos días,
recuérdese que nuestro diálogo es del domingo]. Un acuerdo no firmado
que es el principio de el gran Acuerdo. Un acuerdo que dice: “Quiten a Williamson del medio, y entonces habrá acuerdo entre Roma y la FSSPX”. Un acuerdo que dice: “Quiten
al irreductible Williamson, que no sabe diplomacia, es imprudente y
dice las cosas sin medias tintas. Él no dejará de escribir su blog. Él
no hará avanzar ningún acuerdo, sólo pone palos en la rueda”.
“Quiten a Williamson”, dicen los progresistas.
“Quiten a Williamson”, dicen los del ala “conservadora” o progresista moderada –o sea, Ratzinger.
“Quiten a Williamson” dicen los acuerdistas y los liberales dentro de la FSSPX; “él se lo buscó con su desobediencia y su rebeldía ante el Superior General”.
“Quiten a Williamson” dicen los periodistas de izquierda, “es un nazi”.
“Quiten a Williamson”, dicen los ultras de derecha y los sedevacantistas (no lo podemos usar).
“Quiten a Williamson”, dicen finalmente los judíos.
¿Finalmente, o principalmente?
Leemos
los Hechos de los Apóstoles, capítulo 24: el Sumo sacerdote judío,
Ananías, con algunos ancianos y un tal Tértulo, orador, fueron a ver al
gobernador romano para acusar a Pablo. El orador Tértulo dijo en su
acusación:
“Tenemos
averiguado ser éste un hombre pestilencial, que anda por todo el mundo
causando confusión y desorden entre todos los judíos, y es el caudillo
de la sediciosa secta de los Nazarenos. Hasta intentó profanar el
Templo, y por esto habiéndole preso, quisimos juzgarle según nuestra
Ley”.
Si
el Papa Benedicto quiere complacer a sus influyentes amistades judías
–con quienes tan buenas relaciones ha cultivado en virtud del diálogo
interreligioso- entonces no puede tolerar dentro de la Iglesia Conciliar
a aquel que, como San Pablo, es el centro del odio de la Sinagoga. ¿Qué
clase de diálogo podría seguir habiendo con ellos de persistir esta
piedra de escándalo en que se ha convertido Mons. Williamson a partir
del año 2009? Pero habiéndosele –en un desliz papal, ¡por no consultar
la internet, según propia confesión!- levantado la “excomunión”, debe no
obstante ser excluido de toda posible reconciliación entre la FSSPX y
Roma por “hereje”. ¿Hereje de qué clase de herejía? De la que no acepta
la ambigüedad y la subjetividad del diálogo que diluye la verdad
objetiva, de la herejía de la “intolerancia” y el “integrismo”
católicos. No pudiendo ser declarado formalmente “hereje”, debe ser
declarado “rebelde” por su propia congregación, y, así excluido,
facilitar el camino al diálogo que diluya la Verdad. Nada de fanatismos
religiosos para la Iglesia del próximo Anticristo. Nada de pesimistas
ante la nueva primavera de la Iglesia.
Los amigos de Benedicto respiran aliviados.
Dijo San Pablo en su defensa: “Confieso
delante de ti, que siguiendo una doctrina, que ellos tratan de herejía,
yo sirvo al Padre y Dios mío, creyendo todas las cosas que se hallan
escritas en la Ley y en los Profetas”.
Mons. Straubinger nos sirve este comentario: “Orgulloso
se anticipa (Pablo) a confesar que quiere ser “hereje” con Jesucristo.
¡Cuántos santos después de Pablo habían de seguir ese camino para
“confesar delante de los hombres” a Aquel que fue “reprobado por los
ancianos, escribas y sacerdotes”, “contado entre los criminales”,
“gusano y no hombre”!”.
Y
sin embargo, ¡ahora muchos tradicionalistas desean ser aprobados,
reconocidos y “regularizados” por los modernistas, por los masones, por
los liberales y fariseos que ocupan Roma! ¡Tienen más miedo de ser
llamados herejes, que de serlo!
“Lo
que nos interesa es que en la Iglesia [cuál de ellas] cambie el clima
de hostilidad generalizada, hacia todo lo que es considerado
tradicional, hacia todo lo que va ligado a la Tradición. Esto hace
imposible que hoy puedan desarrollar una vida normal los católicos
ligados a la Tradición. “ (Mons. Fellay, entrevista en revista 30 días).
Años ha, preguntado en una entrevista Mons. Fellay cómo percibía el Vaticano a la Fraternidad San Pío X, contestó: “Desobediente, rebelde, arrogante, estrecha de miras, extremista”.
Si
la FSSPX ya no debe ser considerada “desobediente”, etc, pues eso
entorpece el diálogo, ¿a quién transferir esa mala fama, contra quién
asestar los golpes de los nuevos amigos de Roma? Ahí está Mons.
Williamson, el nuevo malo de la película, el “nazi” infaltable de toda película judeo-norteamericana u hoy judeo-vaticana.
Una
película cuya primera parte se llama “Williamson out”, pero que nos
anticipamos a decir que para sus productores no será exitosa, aunque
parezca lo contrario.